23 julio 2006

El comienzo

Siempre me había preguntado cómo podía hacer que mis padres se sintiesen orgullosos de mí. Intentaba sacar mejores notas, tener inquietudes, aprender a tocar instrumentos, leer muchos libros, ser la que más supiera de todo, que no tuvieran que preocuparse de mí, no llegar borracha a casa, que no me viesen con malas compañías, solucionar los problemas yo solita sin tener que recurrir a ellos, no gastar mucho de su dinero, trabajar pronto para no depender de ellos, no tener aspiraciones irreales ni vicios caros0... Pero todo fue inútil.

Luego, llegas a los 26 años y te das cuenta de que los padres pueden estar orgullosos por los motivos más variopintos y que incluso, todo aquello que creías que les haría sentir que tenían a la hija más maravillosa del mundo, causaba justo el efecto contrario. Y entonces, es cuando descubres, viendo la tele en un hotel de París (la ciudad) que con dinero, todo se arregla y que hasta los padres de Paris Hilton:




están ¡orgullosos de su hija! Tantos años creyendo hacer lo correcto y resulta que es mejor protagonizar vídeos porno, no tener oficio ni beneficio, mearse en los taxis, estar todo el día de compras y hasta salir borracha de las discotecas, es mucho mejor que intentar ser una hija modelo.
Así que el otro día, he decido con mis amigas, que ya que tengo un modelo a seguir, debería tener un nombre con pompa comparable al de mi querida Paris. Después de sopesar varias opciones: Raquel Nh, Raquel Novotel, Raquel Hesperia, Raquel AC, Raquel Sol-Meliá... decidimos que lo más ármónico y con más solera era Raquel Ritz. Así que con ese nombre me he quedado para ir aprendiendo a ser de la "beautiful people". Eso sí, yo no tengo guardaespaldas que me sujete el bolso cuando estoy borracha, pero todo se andará.

4 comentarios:

  1. He de decir que yo nunca he intentado ser una hija modelo. De ahí, quizás, que a mis casi 30 otoños no lo haya sido nunca, y le haya dado a mi sufrida familia más de un quebradero de cabeza. Siempre dentro de unos límites, claro está, que lo que antes considerábamos desfase lo ven ahora los niños de 13 años y se descojonan. Pero bueno, ésto es otro tema que trataré otro día (he decidido formalmente ser una asidua colaboradora de este blog).
    Tampoco he intentado nunca ser una esposa modélica. No es que haya tenido mucho tiempo para intentarlo, todo hay que decirlo, pero sí el suficiente para demostrar que no lo soy. Y, oh, sorpresa, que mi adorado tunito me llama mala-hostia, cabezota y caprichosa!! Habráse visto!!! Qué le voy a hacer si yo (que no nací en el Mediterráneo, sino en el at

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  2. Sigo, que se ha cortado.
    Qué le voy a hacer si yo (que no nací en el Mediterráneo, sino en el Atlántico, que no tiene tanta poesía pero tiene más fuerza, que es lo que nos da el genio a los que nacemos por la zona) soy una simple mortal a la que le afectan los cambios de la luna, y el síndrome premenstrual?? Así es imposible, repito, im-po-si-ble, ser hija o esposa perfecta.
    Y un día, de repente, una amiga te dice que da igual, que ella, que lo ha intentado toda la vida, ha descubierto que siendo como Paris Hilton (que no queremos ser como Beckham, que queremos ser como Paris!!!)tus padres te quieren igual, no te rompes tanto la cabeza y, aún encima, te lo pasas que te cagas... Pero claro, Paris sólo hay una, y herederas del imperio hotelero a lo sumo tres o cuatro (y nosotras, querida Raquel Ritz, no estamos entre ellas), así que tenemos que conformarnos con ser un sucedáneo. Sin tanto "dollar", pero con la Visa Mastercard (que ya sabes, para todo lo demás... Mastercard...)presta y dispuesta. Sin ese glamour californiano, pero con solera y empaque cañí. Sin guardaespaldas, pero con unos cuantos moscones detrás. Que viva el producto nacional, y que nadie olvide que los sucedáneos, igual que las segundas partes, no siempre son malas...
    Fdo. Rosmona L'amour...

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  3. Pues mira que a mí Paris al principio me caía mal, pero ahora no. Hace lo que le da la gana y parece no tener vergüenza... ay, quién pudiera tener la décima parte del sueldo que le paga a su guardespaldas, el de los bolsos, para poder llevar una vida tan desahogá.

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