16 junio 2012

Monumento y Museo de Auschwitz-Birkenau (Polonia)

Llegamos en un día nublado y no creo que un sol radiante hubiera cambiado la percepción que tienes del lugar. El paisaje es gris y se respira el terror embotellado que los años no han conseguido borrar; como una complicidad macabra con las víctimas no olvidadas.

Arbeit macht frei
El Arbeit macht frei (el trabajo os hace libres) que te recibe en la puerta de entrada, no es una buena carta de presentación. El frío que se te cala en los huesos tampoco y te hace pensar cómo esa pobre gente pudo soportar tan bajas temperaturas, por no hablar ya de las atrocidades, desprovistos de abrigo, pasando hambre y enfermos. Una ironía que ni dejando sus vidas en el trabajo, consiguieran ser libres.


una de las torres de control
Situado a unos 69 kilómetros al oeste de Cracovia (poco más de una hora en coche), Auschwitz para los alemanes, o Oświęcim para los polacos, es el campo de concentración más grande creado por los nazis. El complejo de exterminio y concentración se componía en total de tres grandes campos y 39 subcampos. Auschwitz I era el centro administrativo y el primer campo creado; en él murieron cerca de 70.000 intelectuales y prisioneros de guerra. Mientras que el II era el campo de exterminio en sí y donde se ubicaba a las mujeres. El tercero era el de los trabajos forzosos. La visita guiada dura alrededor de 3 horas y se pueden visitar los campos I y II

alambrada y más alambrada

Actualmente están convertidos en Museo, organismo que se encarga de atesorar todos los edificios (155), ruinas (más de 300), objetos personales y fichas de reclusos, los 13 kilómetros de alambrada, árboles, carreteras, raíles, etc… que quedaron después de la huída de los alemanes.

algunos de los edificios de oficinas y experimentos

El campo se abrió en mayo de 1940 y no cerró sus puertas hasta el 27 de enero de 1945, cuando los soviéticos liberaron a los prisioneros. 



Los pabellones médicos convivían con los barracones insalubres en los que se alojaban los prisioneros. Estos pabellones albergaron experimentos macabros; entre otros: pruebas con gemelos para investigar sobre enfermedades o provocar hipotermias para ensayar formas rápidas de recuperación que posteriormente se aplicarían en la guerra.


Pero los que se libraban de los experimentos no corrían mejor suerte. Las duras condiciones de trabajo, junto con la desnutrición y la falta de higiene, hacían que la tasa de mortalidad entre los prisioneros fuera muy elevada.



Las mayores atrocidades se cometieron en el bloque 11 de Auschwitz I, donde estaban las celdas de castigo y de experimento. No en vano, los primeros prototipos de cámara de gas se probaron primero en los bajos del edificio, usando gas Zyklon B. Posteriormente se construyeron los edificios que albergaban una habitación para dejar las pertenencias, la propia cámara de gas y posteriormente el crematorio donde quemaban los cuerpos. Algunos de estos se conservan actualmente, reconstruídos con los restos de los originales.


algunos de los 80.000 zapatos que se conservan

Algunos prisioneros eran nombrados kapos o sonderkommandos por las SS. Los kapos se encargaban principalmente de vigilar a los demás reclusos y normalmente habían sido criminales de origen alemán. Los sonderkommandos se encargaban de pasar los cuerpos de  los gaseados al crematorio y despojarlos de objetos de valor. Ambos grupos gozaban de privilegios, aunque esto no les libraba de la muerte, ya que eran matados y renovados periódicamente. Tras las investigaciones en los años posteriores, se llegó a la conclusión de que estas personas no tenían más remedio que aceptar lo que les proponían, teniendo así impunidad legal en los juicios celebrados posteriormente. 



Los cámaras de gas, por su parte, tenían una capacidad de hasta 2.500 personas y para evitar el pánico entre los esclavos, se les informaba de que iban a recibir una ducha y ser desinfectados. Las cámaras tenían una mirilla por la que el personal de las SS comprobaba la ausencia de actividad unos 25 minutos después de haberse producido la liberación del gas mortal. Los prisioneros, eran obligados a desnudarse antes de entrar a su supuesta ducha y dejar todas sus pertenencias. Una vez muertos, antes de deshacerse de los cuerpos, eran despojados de todo objeto de valor, incluidos los dientes postizos de oro y se examinaban todos los orificios corporales en busca de joyas.


Parte de las instalaciones fueron destruidas en los meses anteriores a la llegada de los soviéticos para intentar no dejar rastro de lo que allí había sucedido. Los nazis no querían que el mundo supiera que entre 1.5 y 4 millones de personas murieron el campo esclavizados, enfermos, desnutridos o exterminados. 


Pero los soviéticos encontraron miles de supervivientes y muchas, muchísimas pertenencias de las personas que por allí pasaron: ropa, cepillos, pelo humano, muñecas, zapatos, gafas, maletas...


































Como uno de los máximos exponentes del genocidio, el campo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979.

Web del Museo (inglés y polaco)

fotos © Raquel Ritz


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